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domingo, 8 de diciembre de 2013

¿Cómo vivir siendo celíaco y no morir en el intento?

Todo celíaco se tiene que enfrentar a varías frases dichas por personas aleatorias de la vida que se repetirán durante toda su vida. Con las que tiene que aprender a convivir o hacerse con un rifle, disparar a todo aquel que diga alguna de esas frases recurrentes y posiblemente arriesgarse a quedarse solo en el mundo. Él y unos cuantos celíacos más.

Situación 1

Te encuentras con una persona con posibilidades, por sus síntomas, de ser celíaco. Con toda tu amabilidad le explicas sobre la enfermedad y le dices que él lo puede ser. Llegados a este punto, todo el mundo se siento como ofendido, como si los estuvieses insultando y entran en bucles de negación.

- NONONONONONO, que yo llevo toda la vida comiendo pan y estoy muy bien.

En ese momento subes los hombros y te decides a nunca volver a ser amable con ninguna otra persona explicándole sobre la posibilidad de padecer la enfermedad.

Situación 2

Persona aleatoria se entera de que eres celíaco. Te mira con cara de angustia y suelta.

PA: Entonces, ¿nunca has podido probar lo delicioso que es el pan recién hecho, tan esponjoso y calentito?

Eso, qué amable, tú sigue metiendo el dedo en la llaga.

Situación 3

Todo celíaco tiene que aceptar que cuando se vaya a cenar en grupo. Todos querrán compartir y tu serás el pobre marginado con tu plato individual. Y con tu cara permanente de asesino en serie para que a nadie se le ocurra meter la mano en tu plato y te jodan la triste ensalada que te tuviste que pedir porque estás cansado de explicarle a todos los camareros de la ciudad como tienen que cocinar aquello que te vayan a servir.



Situación 4

Llegas a un restaurante, decidido a pedir lo más sencillo que haya en la carta. Es decir, una chuleta con patatas. Te dispones a explicarle al camarero que el aceite en el que frían tus patata tiene que estar limpio. Aquí al camarero ya se lo pone cara de estar chupando un limón en gesto de "en aquí somos muy limpios, hombre por Dios.". Le sigues explicando que tienen que tener las manos limpias de pan o cualquier substancia con gluten cuando toquen tu comida. Y aquí llega el punto máximo de indignación camareril, momento en el que cualquier camarero se cruza de brazos con cara de señora indignada por lo que ha hecho la vecina del quinto y te dicen "oye, que aquí somos muy limpios."
Y ya no sabes si huir del país, o pedir tu ensalada de siempre al salir fuera de casa, que nisiquiera te gusta, y ya solo te queda rezar para que no se te ponga cara de lechuga.

Situación 5

Paras por delante de una pasteleria sería como un reto, con todos esos olores tan deliciosos. Donde siempre habrá alguien que te diga si entrais a comprar algo. Que en cualquier otro momento le perdonarías que se haya olvidado de que no puedes, pero en el momento que estás oliendo a croissant recien hecho, solo te apetece meterle un tenedor en un ojo y revolver.

Firmado: una celíaca más.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Tengo miedo.

Tengo miedo a la soledad. Tengo miedo a acabar en una relación por costumbre en la que mi pareja se pasa las tardes viendo fútbol en el sofá y bebiendo cervezas. Tengo miedo de la monotonía. Tengo miedo a menospreciarme y por eso aceptar cualquier cosa. Tengo miego a todo en general.



Pero, como un profesor me dijo una vez: "Tener miedo es bueno, te ayuda a buscar soluciones a tus problemas y te hace sacar un valor que pensaste perdido o que nunca pensaste tener. Sin embargo, tener pánico será tu final, te paraliza y no te deja avanzar." Y aunque su psicología puede que falle a veces; como cuando me dijo que le parecía una persona segura de mi misma, comentario al que le podría poner muchos peros; me hizo reflexionar en esa frase. Sabiendo que casi todo me da miedo, casi todo me pone nerviosa y demás me hice prometer que nunca dejaría que mis miedos se convirtiesen en pánicos.  Como todo lo escrito es más serio, pues aquí queda dicho.

Tenía miedo a tener miedo, pero ahora sé que en realidad tengo miedo a tener pánico. Todos mis miedos pueden llegar a contradecirse. Tengo miedo a la monotonía, pero también a los cambios y a lo nuevo. Dado mi larga lista de miedos y contradiciones en ellos, creo que solo queda una solución, poner prioridades en ellos y no dejar que ninguno se convierta en pánico.




PD: Acabo de descubrir un grupo que me ha encantado, aquí dejo una canción suya.

http://www.youtube.com/watch?v=u_1wrlIXnFo

martes, 15 de octubre de 2013

Tengo un miedo.

Tengo miedo a no despertarme. No a no despertarme en plan morir, sino a que no me suene el despertador y por lo tanto no despertarme. Mi miedo llega a tener que poner 2345 alarmas en el móvil, cada una con un sonido diferente para no acostumbrarme a ninguno, y un despertador.

Mi despertador no es tan moderno, ni lo apago con tanta calma, pero más o menos.


Esta manía no es porque yo sea puntual, porque soy más bien todo lo contrario. Despertarme tarde es el problema, después a la hora que llegue allá a donde tenga que ir ya es otro cuento muy diferente. 

Muchas veces si escucho algún ruido o simplemente si me da por ahí, me despierto y me preparo para ir al instituto. Lo curioso es que si me despierto y miro el reloj y no pone la hora que pienso que es me niego a aceptarlo, no me creo la hora y necesito ver muchos relojes diferentes. Esto llegó hasta tal punto que un día me desperté una hora antes de la que me suelo despertar y pensando que era tarde. Desperté a mi madre para que me llevase hasta el instituto y allí llegamos las dos una hora antes de que este abriese. 

Yo: ¿Ves como llegamos tardísimo?
Madre: ¿A qué hora abre esto?
Yo: ¿Qué hora es?

Aquí mostrando lo gallegas que somos, para que queremos respuestas si podemos hacer preguntas.

Madre: Soy las ocho.
Yo: Pues entro a las nueve, vaya fallo.
Madre: Pues mientras no es la hora, yo voy a dormir.

Y así fue como yo escuché una hora de radio y Madre durmió una hora más. Desde esa siempre confío en la hora que me da el reloj, para eso sabe más que yo.