Todo celíaco se tiene que enfrentar a varías frases dichas por personas aleatorias de la vida que se repetirán durante toda su vida. Con las que tiene que aprender a convivir o hacerse con un rifle, disparar a todo aquel que diga alguna de esas frases recurrentes y posiblemente arriesgarse a quedarse solo en el mundo. Él y unos cuantos celíacos más.
Situación 1
Te encuentras con una persona con posibilidades, por sus síntomas, de ser celíaco. Con toda tu amabilidad le explicas sobre la enfermedad y le dices que él lo puede ser. Llegados a este punto, todo el mundo se siento como ofendido, como si los estuvieses insultando y entran en bucles de negación.
- NONONONONONO, que yo llevo toda la vida comiendo pan y estoy muy bien.
En ese momento subes los hombros y te decides a nunca volver a ser amable con ninguna otra persona explicándole sobre la posibilidad de padecer la enfermedad.
Situación 2
Persona aleatoria se entera de que eres celíaco. Te mira con cara de angustia y suelta.
PA: Entonces, ¿nunca has podido probar lo delicioso que es el pan recién hecho, tan esponjoso y calentito?
Eso, qué amable, tú sigue metiendo el dedo en la llaga.
Situación 3
Todo celíaco tiene que aceptar que cuando se vaya a cenar en grupo. Todos querrán compartir y tu serás el pobre marginado con tu plato individual. Y con tu cara permanente de asesino en serie para que a nadie se le ocurra meter la mano en tu plato y te jodan la triste ensalada que te tuviste que pedir porque estás cansado de explicarle a todos los camareros de la ciudad como tienen que cocinar aquello que te vayan a servir.
Situación 4
Llegas a un restaurante, decidido a pedir lo más sencillo que haya en la carta. Es decir, una chuleta con patatas. Te dispones a explicarle al camarero que el aceite en el que frían tus patata tiene que estar limpio. Aquí al camarero ya se lo pone cara de estar chupando un limón en gesto de "en aquí somos muy limpios, hombre por Dios.". Le sigues explicando que tienen que tener las manos limpias de pan o cualquier substancia con gluten cuando toquen tu comida. Y aquí llega el punto máximo de indignación camareril, momento en el que cualquier camarero se cruza de brazos con cara de señora indignada por lo que ha hecho la vecina del quinto y te dicen "oye, que aquí somos muy limpios."
Y ya no sabes si huir del país, o pedir tu ensalada de siempre al salir fuera de casa, que nisiquiera te gusta, y ya solo te queda rezar para que no se te ponga cara de lechuga.
Situación 5
Paras por delante de una pasteleria sería como un reto, con todos esos olores tan deliciosos. Donde siempre habrá alguien que te diga si entrais a comprar algo. Que en cualquier otro momento le perdonarías que se haya olvidado de que no puedes, pero en el momento que estás oliendo a croissant recien hecho, solo te apetece meterle un tenedor en un ojo y revolver.
Firmado: una celíaca más.